domingo, 17 de junio de 2012

Acto XV: Fantasmas De Carne


¿Te has fijado en ese que camina con la frente en alto y luego sin darse cuenta sigue su camino pero cabizbajo? Ese puedo ser yo, ese puedes ser tú, o quien sabe si ya ambos lo somos. 

Utilizamos el aliento sin un fervor determinado, lo usamos como algo inigualable sin darnos cuenta que ya no hay motivos para seguir y por lo tanto ya no respiramos.

La carne y su tiempo de caducidad, tiene  un tiempo de vida tan exacta como el de un sentimiento puro delante de una mentira, tan oblicua como el despertar de una duda dentro de un corazón noble, tan marchito como las flores que le dejaste a quien amaste en el cementerio.

En toda esquina habitable puedes encontrar uno, son fáciles de distinguir, todos miran con los mismos ojos grises, el sol no les afecta y su refugio no es la noche, es su propio corazón sin motivos de latir.

Hace mucho perdí el deseo de ser moral, la inmoralidad se ha hecho de todas lujurias la más hermosa, creo que dentro de mi propio espacio el ser moral es un pecado, puede ser que todo lo que hago, digo o escucho sea inmoral o esté tratando de ser moral pero, ya no me importa.

Desde el menospreciado vapor que sale desde mi boca en las noches frías, hasta el humo de mi piel que realmente ya no sé porque se quema, creo que es de los pocos instintos que aun conservo pero olvidé explicar, aun tengo la lengua húmeda, que lastima, eso significa que a otra persona mas puedo escupir con pizcas de mi maldad.

Somos de esos cuerpos olvidados en ríos donde nadie nos buscaría, de esos cuerpos que se pueden tocar sin sentir calor, de esos que se pueden abrazar y conservan su aliento, de esos cuerpos que caminan sin un rumbo,  de esos cuerpos que sonríen con las manos y agradecen con la espalda.

Soy de esos que una vez caminó con firmeza y juró ser fiel a una idea, de esos que ofrecieron su vida por una verdad y la cambiaron por migajas de mentiras piadosas, de esos que se aferraron al frio pecho de la vergüenza de saber que todo por lo que lucharon nunca fue divino como la pintura al final del pasillo.

Fui de aquellos que siempre dieron la cara y que con ojos llorosos se alzaba aun sin fuerzas, de los que nunca dio su brazo a torcer aunque ya estuviera roto.

Soy como tu, un fantasma de carne que ya se cansó de caminar, que busca de forma solemne su humilde morada o simplemente otro cuerpo que pueda abrazar, considero que ese anhelo de sentir otra vez es de lo poco que me hace abrir mis labios y pronunciar palabras aunque, desde un punto de vista más apegado de mi, considero más observar que hablar, hablar es un estimulo, observar es un arte, un arte que hace mucho perdí para ti.

El origen de la tragedia no es más que una prueba de fe en nuestra sangre, para darnos cuenta de que lo más necesitamos es de nosotros mismos es la razón y no una razón cualquiera, la razón de ser nosotros mismos...
¡Para siempre!


Dedicado a mí hermano Rafi Báez.

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